El auténtico ideal templario hoy... y el verdadero sentido de la Orden del Temple en la actualidad.
“NON NOBIS DOMINE, NON NOBIS SED NOMINE, TUO DA GLORIAM”
Este histórico lema de los templarios, impuesto a la Orden por su primer padre espiritual, San Bernardo de Claraval, sumariza en unas pocas palabras el ideal y el propósito de su existencia.
Los primeros hermanos no vivían y luchaban por interés personal, sino por un concepto, el establecimiento de la sociedad cristiana, una civilización dedicada a la gloria de Dios.
Hoy algunas organizaciones o hermandades que se autodenominan templarias, por desgracia una minoría, intentan emular esta gran tradición en el hecho de que sus trabajos y vidas deben ser un ejemplo para otros, y como una hermandad tener como objetivo llegar a construir una aristocracia del espíritu que ayude a fortalecer esos valores de los que hoy carece nuestra sociedad y que es la principal causa de la degradación social y económica que vivimos.
Hoy, al igual que antaño, una persona que sienta su espiritualidad al igual que un caballero templario de siglos atrás, entiende que hay un Dios, una vida creada por Él, una verdad eterna y un propósito divino. En consecuencia esta implícito que la verdadera existencia y las bases históricas de la Orden tienen por objeto:
1.- Luchar contra el materialismo, la impiedad y la tiranía en el mundo.
2.- Defender la santidad del individuo.
3.- Afirmar la base espiritual de la existencia humana. Este es un tremendo objetivo, pero esta es la elección de la caballería.
Es por lo tanto el deber de las personas que se integran en hermandades templarias prepararse y equiparse a si mismos para sostener esas creencias fundamentales.
La misión original de la Orden es tan real hoy en día como lo fue en 1118 cuando se fundó, sólo que las circunstancias han cambiado. Las crisis y los retos que afronta hoy en día la humanidad reclaman una cruzada que es más importante que cualquiera a que se haya enfrentado la Orden en el pasado.
La continuidad de nuestra civilización, con todos sus errores es el reto de hoy en día. En consecuencia es necesario canalizar el trabajo y las actividades de estas hermandades de tal modo que sea posible entablar esa batalla ideológica que nos reta para la defensa de los valores que sostiene una sociedad basada en la ética y construida a través de siglos.
Sólo si se trabaja por estos principios fundamentales se estará trabajando por lo mismo que hicieron aquellos templarios de antaño, por esos valores que intentan combatir el desmoronamiento del mundo occidental tan ligado a la tradición cristiana y los elementos destructivos que hoy prevalecen en nuestra sociedad.
Sin embargo, no es suficiente oponerse a estos males, los que quieran mantener el espíritu templario en la actualidad deben sostener la justicia natural y los derechos fundamentales del hombre, reconociendo a todos los seres humanos como hijos de Dios y con el derecho de buscar su bienestar material y desarrollo espiritual en condiciones de dignidad y reciprocidad entre las diferentes religiones, de seguridad económica y de igualdad de oportunidades.
La consecución del marco de referencia para que esto sea posible debe constituir el objetivo central de toda política de las organizaciones que quieran ser digno reflejo de los valores templarios, sin olvidar Tierra Santa y a los cristianos que allí residen, que como antaño sigue siendo el fin principal por el que se creó la Orden del Temple.
El Temple apoya la libertad de expresión, de conciencia y de religión; defensa colectiva y medidas positivas para erradicar la pobreza y la injusticia que amenazan la paz del mundo. El Temple entiende que la felicidad y la dignidad no solo dependen del bienestar físico sino de cosas en las cuales a las personas les sea posible tomar un interés vivo y profundo más allá de sus propias vidas privadas.
Si quiere ser una realidad, las organizaciones y hermandades templarias deben abandonar los fastos y boatos y, como dice nuestro Papa Francisco ser un pastor entre las ovejas, mezclándose con la gente y sus problemas, apoyando al que sufre, defendiendo al oprimido, fomentando políticas claras y prácticas, que aseguren una vivienda decente a quien no la tenga, buscando la atención sanitaria adecuada, fomentando que todos tengan la oportunidad de vivir una vida total, activa y en libertad, pudiendo desarrollar sus talentos naturales.
El templario de hoy es aquel que entiende que la educación es probablemente la responsabilidad más importante que tienen aquellos encargados de la administración para proveer de instrucción adecuada al futuro de nuestra civilización. Siendo la única política educacional realista aquella que se dirija a asegurar los requerimientos que exige la era tecnológica, debiendo también respetarse la persona humana y su derecho y deber de hacer una elección justa, sin comprometer la capacidad del individuo de reflexionar y decidir.
En definitiva, las organizaciones o hermandades templarias que no quieran ofender la memoria de los caballeros templarios de antaño, ni ser un fraude para las personas que en pleno Siglo XXI quieren seguir manteniendo vivos los valores del Temple, deben optar por una línea de acción militante pero sin sectarismos, para encauzar la consecución de los objetivos, en todos estos importantes aspectos; abandonando el lujo, la ostentación y todos aquellos fines espurios y contrarios a los principios que dieron lugar a la Orden del Temple.
Los que nos sentimos templarios en cuerpo y alma, tenemos claro que los objetivos y espíritu del Temple en la actualidad desde un punto de vista histórico, espiritual e ideológico deben promoverse cada día más, recuperando los valores culturales y morales del llamado mundo occidental, hoy a la deriva.
La organización o hermandad templaria que consiga desproveerse del lastre que supone asumir otro rol que no corresponde a nadie que se llame templario, que se implique con la realidad de las personas y que sepa mantener el espíritu de los caballeros templarios y de su Orden, será la verdadera heredera del Temple. Heredera de sus valores y principios, y no de los parabienes y privilegios que muchas organizaciones anhelan y que no sólo les desvía del camino a seguir sino que confunden a muchas personas que de buena voluntad se acercan al Temple y se encuentran con un enorme fraude de muchos que han hecho del mismo su forma de vida y no una forma de vivirla.