EL MÁS OCULTO SECRETO TEMPLARIO EN ANDALUCÍA
Una iglesia modesta andaluza nos depara el encuentro con una sepultura y lápida muy especial. Concretamente es la Iglesia de la Santísima Trinidad de Sanlúcar de Barrameda, conocida popularmente como Iglesia de la Trinidad.
Se describe esta como una iglesia pequeñita y blanca, característica principal de las iglesias de los pueblos marineros, construida fuera del recinto amurallado de Sanlúcar, y que servía de faro a los hombres de la mar, donde se cobijaban y rezaban sus oraciones cuando llegaban tarde y no podían entrar en la Villa. La Trinidad es el segundo templo más antiguo de Sanlúcar, tras la parroquia de Ntra. Sra. de la O, y el primero que se construyó en el Barrio Bajo.
Estamos muy de acuerdo con Hurtado García y Fernando Arroyo, cuando suponen que las lápidas son un recuerdo, para todos los que a ellas se acercan, de la persona que hay enterrada en esa tumba, por tanto entendemos que allí reposan los restos de un hombre que en su momento, y según el discernir de aquél que diseñó la lápida, encarnó el principio de la dualidad, al Hombre Verdadero, al “Sigilum Templi” en su más profunda acepción, puesto que además en lo alto están las dos cruces “patés”.
La lápida de Sanlúcar de Barrameda, es el documento mas claro en piedra de la posterior presencia del Temple, una vez abolido y perseguido a muerte.
El gnosticismo siempre ha sido y será tachado de herético por la autoridad eclesiástica. En la singular Iglesia de la Trinidad, estamos ante un iniciado en el esoterismo cristiano. Aunque la Iglesia católica no reconozca la existencia de enseñanzas esotéricas en la doctrina cristiana y la realidad de una gnosis cristiana, simplemente aparenta que no le interesa.
La simbología de la lápida de D. Alonso Fernández de Lugo y Gutiérrez de Escalante nos depara las claves de interpretación del mensaje en la misma, aunque es naturalmente un ejercicio de análisis arduo que toma tiempo.
A pesar de muchas y variadas opiniones contradictorias, parece ser que la lápida y el sarcófago siempre han estado en el mismo lugar, manteniendo su curiosa orientación respecto a la entrada y el altar mayor. La lápida en si, no cuenta con ningún especial cuidado de conservación y sufre las inclemencias de un “relativo” mal trato, más un aparente abandono y consideración respecto a su incalculable valor.
Fuente: Eduardo Arboleda Ballén.
MJMT